lunes, agosto 25, 2014

EL PAPA FRANCISCO Y LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN

O cómo el marxismo acaba con la libertad del individuo

El hombre tiene
una mano izquierda y otra derecha;
un ojo izquierdo y otro derecho;
un oído izquierdo y otro derecho;
una pierna izquierda y otra derecha;
pero un solo cerebro y un solo corazón.



Me refiero al reportaje que alude al Papa Francisco y la Teología de la Liberación, publicado en el diario Osservatore Romano, fechado el 4 de septiembre 2013. Su contenido fue recogido por varios medios, entre ellos el diario norteamericano Times. Aunque no he leído el original (sólo noticias sueltas publicadas en castellano por algunos medios), me permito hacer una serie de comentarios al respecto, ya que ciertos representantes de la izquierda simia recién descubrieron estos textos. Estos mandriles erectus se han dado a la tarea de enviar mensajes envenenados que están siendo blandi

En mi búsqueda, hallé que dos de los medios de habla española que más ruido hicieron sobre el asunto fueron los de tendencia “izquierdoide”: Telesur y el País. Claro, cómo no se van a alegrar los de la izquierda "progre" cuando aparece el propio Pontífice abordando abiertamente el tema de la Teología de la Liberación y, según ellos, “defendiéndola”. Hace años vienen esperando una oportunidad como ésta, cuando un Papa “diferente” les pudiera facilitar el discursito populista y vacío que siempre arguyen. Aseguran ellos que la elección de este Papa debe ser interpretada como un giro del Vaticano hacia una rehabilitación de la doctrina “liberacionista”.




Sin embargo, habría que ir más atrás que las citadas columnas del Osservatore Romano. El asunto comenzó con la publicación en italiano del libro "De parte de los pobres, teología de la liberación, teología de la Iglesia", cuyo autor es el propio cardenal Bergoglio. La aparición de este libro (publicado también en 2004 en Alemania), fue ocasión para que el citado diario italiano divulgara un amplio comentario y señalara a varios autores. Entre ellos, destaca el arzobispo alemán, Gerhard Ludwig Müller, actual prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF, antiguamente mal conocido como Santo Oficio), y el dominico peruano Gustavo Gutiérrez, uno de los fundadores de esa cuestionada corriente de la Iglesia latinoamericana.

Otro teólogo, Ugo Sartorio, expresó que "con un Papa latinoamericano, la teología de la liberación no podía seguir mucho en la zona sombría, donde fue relegada desde hace años".

Por su parte, el ex sacerdote y conocido teólogo brasileño, Leonardo Boff, manifestó en julio del 2013, que los principios de la Teología de la Liberación (de la que él es uno de los exponentes), se hallan en el discurso del Papa Francisco. Dijo Boff a medios españoles que "Este Papa ha mandado señales de que quiere otro estilo de Iglesia, de los pobres para los pobres y esta es la gran herencia de la Teología de la Liberación. Va a poner en jaque los hábitos tradicionales de cardenales y obispos".

El desacuerdo entre el Vaticano y los exponentes de la Teología de la Liberación se produjo desde el pontificado de Juan Pablo II, quien había afirmado en 1979 (recién electo Papa), que una "concepción de Cristo como hombre político, revolucionario, como el 'subversivo de Nazaret', no correspondía a la catequesis de la Iglesia".

El Prefecto para la Doctrina de la Fe de entonces, Joseph Ratzinger, futuro Papa Benedicto XVI, había sancionado a varios teólogos, entre ellos a Boff, reprochándoles sus análisis tendenciosos, considerados claramente marxistas. El Cardenal Ratzinger criticó la Teología de la Liberación en unos documentos doctrinales con fecha 1984 y 1986, aunque reconoció que esa teología pudiera contener “intuiciones justas” en el campo social.
De acuerdo a varios comentaristas de izquierda, al escoger a Müller como prefecto de la CDF, el Papa emérito, Benedicto XVI ya había abierto la vía hacia una progresiva rehabilitación de esa teología. No obstante, el propio Prefecto Müller fue categórico: "Es necesario distinguir entre una Teología de la Liberación equivocada y una correcta". 

Por la manera sencilla de proceder del actual Papa, abierto, franco y reconciliador, hoy hay un ambiente favorable para los “liberacionistas” y ellos sabrán aprovecharlo. Un asunto importante es la reanudación del proceso de beatificación del obispo mártir de San Salvador, Oscar Romero. Romero, asesinado en 1980 por un comando de  
Es, más o menos, lo que hacen los políticos bribones de aquí o de allá (independientemente de si son de izquierda o de derecha), en cualquier país del orbe: cuando se les acusa de dividir y enfrentar al pueblo o cuando son señalados en casos de corrupción, se defienden vociferando que son atacados por su honestidad y sus iniciativas en favor del pueblo; declaran por todos los medios que la nación está en peligro, que la democracia (y ellos, que se autodefinen demócratas) tiene muchos enemigos… 
Igualmente, cuando fracasan una y otra vez en las promesas que le hacen al paístratando de convencerlo de que la escasez, la inflación y la crisis económica que ellos mismos han originado, son consecuencia de una guerra económica que proviene de algún imperio; y repiten hasta la saciedad de que la escalada de violencia es sólo exageraciones de los medios de comunicación, que la escasez de comida la ocasionan los acaparadores o los que "comen demasiado", que las fallas de electricidad son causadas por sabotaje o por una conspiración internacional, que las enfermedades son producto de una guerra bacteriológica iniciada por enemigos de la revolución, etc. ¿Puede ser creíble la permanente excusa de que los problemas de desempleo, sanidad, inseguridad, escasez, un sistema cambiario alocado que lleva a una corrupción fenomenal, tienen que ver con una conspiración externa? Bla, bla, bla… ¡Nada nuevo bajo el sol! Nunca se responsabilizan por los problemas que están obligados a asumir y resolver. Siempre la culpa es de los demás.

Frente a estos recurrentes engaños, ¿qué se puede decir? ¿Qué se puede decir de una población que con el avance de epidemias y nuevas enfermedades, ahora hace más colas frente a los hospitales y farmacias que ante los abastos y supermercados? ¿Qué se puede decir de personas conformistas que, aprovechando las infinitas colas para comprar comida, organizan juegos de dominó y toda clase de juergas, con la mayor naturalidad, frente a su bebida favorita, la cerveza, hasta que les toque el turno? 



El Papa Francisco conoce bien la Teología de la Liberación y sus principales actores. La vio nacer en sus primeros años, cuando fue sacerdote en Argentina y también la vio crecer entre algunos de sus compañeros jesuitas “cabezas-calientes”. Pero siempre dejó clara su oposición a las categorías marxistas del “liberacionismo”, a costa de sufrir durante muchos años el aislamiento y la sospecha de su postura derechista. 

Ya en el 2005, el cardenal Bergoglio dejó diáfano su criterio respecto a la Teología de la Liberación. Al referirse a esa corriente, escribió: “con el derrumbe del imperio totalitario del ‘socialismo real’ [se refería el cardenal a la extinta URSS y otros regímenes de aquel momento], esas corrientes quedaron sumidas en el desconcierto, incapaces de un replanteamiento radical y de una nueva creatividad. Sobrevivientes por inercias, aunque haya todavía hoy quienes las propongan anacrónicamente”.

Este tema de la “liberalización” del oprimido a cualquier precio y por cualquier medio, es fundamental para los marxistas (y también para los “tontos útiles”). En su dialéctica, el lector ingenuo quedará confundido porque se va a encontrar con una gran cantidad de mentiras y de verdades entremezcladas y, por ende, ¡mentiras puras y duras! En todo caso, las mentes más cándidas van a interpretar de un modo incorrecto las declaraciones tendenciosas de los “liberacionistas”, asegurando como en la actualidad, que el actual Papa apoya sus ideas.

Cierto es que la Iglesia, y el santo Padre como cabeza visible de Cristo en la ella, intentan “comprender” a todos, pero no se decantan por posiciones radicales. Por eso no pienso que la Iglesia, admitiendo una "

Expresa claramente el Papa Francisco que antes que cultural, sociológica, política o filosófica" (Evangelii gaudium, Nº 198).



Los “liberacionistas” tienen sus razones; Leonardo Boff dice que, desde la elección, el nuevo Pontífice no ha parado de hacer declaraciones sobre el “programa del nuevo Papa”, que augura en su opinión cambios “revolucionarios en la Iglesia”. Tras la elección del Papa, Boff contó lo siguiente: que “el cardenal Bergoglio apoyó que una pareja gay adoptara a un niño”. Aunque la anécdota nada tiene que ver con el tema, podemos asegurar que es una falacia. ¡Es mentira! De sobra son conocidas las batallas que libró el arzobispo de Buenos Aires en contra de las leyes que iban en favor del aborto y del matrimonio homosexual. Lo que sucede es que esta gentuza sabe mucho dónde, cuándo y cómo publicitar sus trasnochadas ideas y lo hacen con verdadera “pedagogía popular”, al estilo del extinto Hugo Chávez, pues.

Lo cierto es que la TL ha sido condenada en diversas ocasiones por la Santa Sede debido (principalmente, pero no constituye la única razón), al cruce herético que hace entre las Sagradas Escrituras y los postulados marxistas de “lucha de clases”. He ahí, el punto neurálgico: la Iglesia prohíbe (como no podía ser de otra manera) la lucha de clases.


El problema es, pues, de interpretación: si se observa a un pobre de solemnidad que es explotado (de esos que son pobres, no porque sean perezosos, sino porque no saben desempeñarse ni como profesionales ni como artesanos, o son excluidos por alguna condición, edad, religión, ideal político, color, defecto físico, etc.), la tendencia más noble es a “cuadrarse” con su causa y se criticará al aprovechado que lo explota. Pero ¿todos los que dan empleo (incluso con pagas bajas) son explotadores? ¡Pues no! ¿Y entonces? La explicación salta a la vista: mucha gente tiende, por comodidad, a simplificar los hechos, a verlos superficialmente y, finalmente, se polarizan posicionándose ciegamente en alguno de los extremos. La razón fundamental es que no analizan, ni argumentan, ni se preguntan y, menos aún, se informan debidamente... La ecuación mental es muy simple: ¿No eres explotado?, entonces eres explotador. ¿Eres empresario?, por lo tanto eres un ladrón, enemigo del pueblo. ¿Posees cuatro duros en tu cuenta bancaria? Seguro que se los “quitaste” a alguien. ¿Tienes una panadería, una tienda, un abastos, un taller o eres emprendedor en cualquier campo? Entonces perteneces a la oligarquía, eres un aborrecible "escuálido" y, por tanto, enemigo del proletariado. Esta es la lógica marxista. ¿Cómo va a estar de acuerdo con estas posturas, alguna confesión religiosa que se precie de ser seria?




En mi vida, aún no he encontrado a alguien que me responda a la pregunta de ¿a partir de cuánto dinero o bienes propios se es rico? No niego que no haya explotadores, de haber, haylos (como dicen por aquí), pero también habría que admitir, asimismo, la existencia  de los “aprovechados” y “oportunistas”. Y encontramos también a los que trabajan “en negro”, por un salario ínfimo, algunos por su picardía, pero generalmente porque toda la vida han sido abusados. Esto lo veía a diario en Venezuela y lo estoy viendo en España. Y, lamentablemente, de seguro, lo seguiremos viendo en cualquier parte del mundo donde haya seres humanos.

A los que echan mano del asunto de ricos y pobres con la intención de promover sus ideas perversas, les propongo una explicación basada en un sencillo ejemplo. Mis padres, como inmigrantes, huidos de los efectos devastadores de la Segunda Guerra Mundial, eran pobres, pero no miserables. Pobreza y miseria son dos aspectos diferentes. Establezco una enorme diferencia entre ambos vocablos, aunque en el lenguaje coloquial signifiquen lo mismo.



Me explico: el concepto de

La

¿Quién, en su sano juicio, puede sostener hoy que los hombres son iguales? No me refiero a la dignidad ontológica y fundamental del ser humano, sino al hecho de “hacerse hombre”, culturalmente hablando. ¿No nacen personas dotadas de gran inteligencia y otros con poca o ninguna? El que estudia y se prepara (por ejemplo, un médico) ¿debiera ganar él igual que un vendedor ambulante de periódicos (sin menospreciar su oficio)? ¿Es amasar fortuna de manera indecente obtener convenientes beneficios en los negocios y ahorrar? Por ejemplo, ¿no le conviene a un panadero vender sus productos para obtener un rendimiento que le permita vivir decentemente, que le deje margen para reinvertir, renovar, agrandar su negocio y disfrutar de vacaciones con su familia…? Esta ética no les entra por la sesera a los obtusos marxistas. Ellos quieren imponerte lo que debes hacer de tu vida, lo que debes estudiar, lo que debes sembrar y la profesión que debes desempeñar; y, encima, le ponen precio a tu trabajo y a tu producto… Vean claramente las consecuencias nefastas del intervencionismo y del control férreo que ejercen los gobiernos marxistas en la vida cotidiana de la población venezolana o cubana o argentina...

En esas sociedades observamos cómo el severo control que ejerce el Estado sobre los bienes y servicios ocasiona elevadísima corrupción, acaparamiento, escases, y graves desviaciones en la economía, especialmente la falta de una sana competencia.


Al leer en el Evangelio de Mateo «Bienaventurados los pobres…» (Mt 5, 3), no pocos católicos, entre ellos catequistas y formadores que conozco (me imagino que bien intencionados, pero lamentablemente equivocados por su patente ceguera), interpretan la “pobreza evangélica” predicada por Jesús (en el sentido espiritual, de saberse necesitado de Dios), la proponen como un “estado perfecto” y no como una invitación y una oportunidad para que ellos (los pobres) se desarrollen, se superen y progresen en todos los sentidos y, para el resto de la sociedad, una clara ocasión de ayudar a corregir esa lacra social que es la pobreza, o su forma más repugnante y salvaje que es la miseria.

Estos fatuos, al enaltecer al pobre, arremeten contra el “rico”. ¡Ah, eres rico!, pues entonces eres enemigo del pobre… y de Dios también… («

      

Otra cosa, muy distinta, constituye el servicio de la caridad, a la cual están llamados todos: «Entonces el rey dirá a los que están a su derecha: “Venid, benditos de mi Padre, a tomar posesión del reino preparado para vosotros desde el principio del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me recibisteis en vuestras casas, anduve desnudo y me vestisteis, estuve enfermo y fuisteis a visitarme, estuve en la cárcel y fuisteis a verme… » (Mt 25, 34-40).

Pocas, poquísimas veces, me he encontrado con oraciones, dentro o fuera de Misa, para pedir a Dios por los emprendedores y por los empresarios, para que prosperen y les vaya bien en los negocios y, fieles al Evangelio de Cristo, sean generosos y responsables con la sociedad, paguen sus impuestos, abran puestos de trabajo y remuneren al trabajador en condiciones y salarios dignos.  

Por cierto, se preguntará más de uno: ¿Qué son condiciones y salarios justos? Pues para responder a estas difíciles cuestiones he ahí la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), elaborada y enseñada en el seno de la Iglesia, especialmente a partir del Papa León XIII, como respuesta histórica y siempre actual, a los grandes problemas económicos y sociales de todos los tiempos. La Iglesia no tiene fórmulas mágicas para resolver los problemas humanos y menos si corresponden al plano de la Economía. Pero, a través de diversos mensajes, los Papas han orientado y continúan orientando la conducta personal y social de los cristianos. Definitivamente, la Iglesia no se hace cargo de la vida en sociedad bajo todos sus aspectos, sino con su competencia propia, que es la del anuncio de Cristo Redentor:


«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Conc. Ecum. Vaticano II, Gaudium et spes, 42).


Esto quiere decir que la Iglesia, con su doctrina social, no entra en cuestiones técnicas y no instituye ni propone sistemas o modelos de organización social: ello no corresponde a la misión que Cristo le ha confiado. La Iglesia, rotundamente, tiene la competencia que le viene de las Sagradas Escrituras: del mensaje sobre la dignidad, conversión y liberación del hombre, principalmente anunciado y testimoniado por el Hijo de Dios hecho hombre. 



Los “liberacionistas” radicales parten de la pobreza para hacer su revolución. Hacen poco uso de los documentos más importantes de la DSI o los citan a su conveniencia. Aluden con más frecuencia, expresa o veladamente,




Los documentos de la DSI, partiendo de los Evangelios, constituyen la base doctrinal de la Iglesia en materia social. Para los más acuciosos, menciono los más importantes, seguro de que el amable lector conocerá, al menos de oídas, muchos de ellos, y su curiosidad lo lleve a estudiar alguno. Todos pueden ser bajados gratuitamente de internet, en español, desde el portal www.vatican.va: hermosos textos contienen una gran riqueza para la sociedad, aunque hay uno en particular que recomiendo para entender y profundizar el tema de la “justicia y la paz”: Pacem in Terris.

Los documentos anotados están fundamentados en los Evangelios. Y ninguno de ellos, ni por asomo, emplaza a una “lucha de clases”, tan manida y querida por la Teología de la Liberación. Aunque estos documentos pertenecen a los siglos XIX y XX, ya en 1658, el Papa Alejandro VII exigía en una bula un trato digno para los indios de América. Benedicto XIV (1740-1758) hablaba de evitar la usura en los préstamos. Pío IX (1792-1878) condenó el comunismo incipiente e hizo llamadas a las autoridades civiles para que apliquen la justicia social entre los obreros… A la lista mostrada arriba, podemos añadir algunos de más recientemente realización, los mensajes doctrinales de los Papas Benedicto XVI y el actual, Francisco, quienes han abordado no pocas veces la urgencia de la justicia y de la paz en el mundo actual.

Aunque los últimos tres Papas han expresado con claridad y firmeza la postura oficial de la Iglesia en lo concerniente a la DSI, en la práctica, de alguna manera, una cierta Teología de la Liberación está todavía vigente y viene siendo implementada y desarrollada sigilosamente en toda Latinoamérica, si bien no es etiquetada como tal y sus promotores se cuidan de no ser señalados. No es posible entender lo que está ocurriendo en Latinoamérica si no se explica desde esa tesis.



La Iglesia afirma claramente que sólo colocando al hombre libre, como fin y meta de las actividades humanas, será posible superar los atávicos modelos sociales que sólo generan corrupción e injusticias. La libertad individual es la base fundamental del resto de libertades. No puede haber libertad económica sin libertad individual; tampoco libertad política sin la primera. 
Una consecuencia de lo planteado es que, una vez que una sociedad se embarca por el camino de la planificación económica centralizada, es decir, por el camino del socialismo, el destino inevitable de dicha sociedad es el totalitarismo, el surgimiento de un estado que aspira al control de todos los aspectos de la vida cotidiana de sus súbditos. Ejemplos sobran a través de la historia de los pueblos.

El problema que se plantea, pues, es de falta de una auténtica educación liberal del pueblo, pero también de la honradez de actuación y de conciencia de los individuos que lideran los pueblos. En efecto, la DSI sostiene que «Los auténticos cambios sociales son efectivos y duraderos sólo si están fundados sobre un cambio decidido de la conducta personal»[2].

«Para asegurar el bien común, el gobierno de cada país tiene el deber específico de armonizar con justicia los diversos intereses sectoriales. La correcta conciliación de los bienes particulares de grupos y de individuos es una de las funciones más delicadas del poder público. En un Estado democrático, en el que las decisiones se toman ordinariamente por mayoría entre los representantes de la voluntad popular, aquellos a quienes compete la responsabilidad de gobierno están obligados a fomentar el bien común del país, no sólo según las orientaciones de la mayoría, sino en la perspectiva del bien efectivo de todos los miembros de la comunidad civil, incluidas las minorías»[3].




En definitiva, únicamente los sistemas políticos-económicos que aseguren la libertad humana pueden aplicar estas ideas que sugiere la Iglesia. Y, por tanto, resultará imposible lograrlo en sistemas políticos de corte intervencionista, como lo son los gobiernos marxistas.

La libertad, pues, es el ingrediente con el cual se iniciaría la transformación deseada. De hecho, «El hombre puede dirigirse hacia el bien sólo en la libertad, que Dios le ha dado como signo eminente de su imagen»[4]. En efecto, el recto ejercicio de la libertad personal exige unas determinadas condiciones de orden económico, social, jurídico, político y cultural que son, «con demasiada frecuencia, desconocidas y violadas. Estas situaciones de ceguera y de injusticia gravan la vida moral y colocan tanto a los fuertes como a los débiles en la tentación de pecar contra la caridad. Al apartarse de la ley moral, el hombre atenta contra su propia libertad, se encadena a sí mismo, rompe la fraternidad con sus semejantes y se rebela contra la verdad divina»[5]. 

La liberación de las injusticias promueve la libertad y la dignidad humana: no obstante, «ante todo, hay que apelar a las capacidades espirituales y morales de la persona y a la exigencia permanente de la conversión interior si se quieren obtener cambios económicos y sociales que estén verdaderamente al servicio del hombre»[6]. 


Otro elemento concomitante al derecho a la libertad es la democracia, consecuencia lógica de la libertad. La participación democrática presupone la igualdad fundamental de todos los hombres. La democracia es el sistema político que mejor garantiza la participación económica, política, cultural, religiosa, recreativa, legislativa… de todos los ciudadanos. No puede existir verdadera sociedad en armonía que parta sólo de unos pocos desde “arriba”, creada y mantenida por la imposición o la manipulación de un Estado, padre o benefactor, que todo lo prevé, lo planifica y lo dirige.

La Iglesia aprecia la democracia en la medida en que ésta asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantice a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes o bien la de sustituirlos oportunamente, de manera pacífica. La mayor ventaja de la democracia, aún con sus defectos accidentales, es que constituye un sistema de gobierno perfectible. 

Un último elemento se hace necesario consignar en este escrito: la justicia. En todo país civilizado la ley tiene como objetivo preciso la aplicación de la justicia, que quede execrada la discriminación de cualquier tipo. En países totalitarios el sistema de "justicia" manejado por un gobierno totalitario se la utiliza para demoler al ciudadano (por supuesto: al no converso con las ideas oficialistas), para hacerlo añicos, para machacarlo sin contemplaciones y sumirlo en un estado de indefensión, de pánico y de postración moral, con el fin de hacerlo una pieza dócil en el cruel engranaje del proceso en marcha. 




El Pontificio Consejo “Justicia y Paz” recoge lo siguiente:

«El amor tiene por delante un vasto trabajo al que la Iglesia quiere contribuir también con su doctrina social, que concierne a todo el hombre y se dirige a todos los hombres. Existen muchos hermanos necesitados que esperan ayuda, muchos oprimidos que esperan justicia, muchos desocupados que esperan trabajo, muchos pueblos que esperan respeto: “¿Cómo es posible que, en nuestro tiempo, haya todavía quien se muere de hambre; quien está condenado al analfabetismo; quien carece de la asistencia médica más elemental; quien no tiene techo donde cobijarse? El panorama de la pobreza puede extenderse indefinidamente, si a las antiguas añadimos las nuevas pobrezas, que afectan a menudo a ambientes y grupos no carentes de recursos económicos, pero expuestos a la desesperación del sin sentido, a la insidia de la droga, al abandono en la edad avanzada o en la enfermedad, a la marginación o a la discriminación social... ¿Podemos quedar al margen ante las perspectivas de un desequilibrio ecológico, que hace inhabitables y enemigas del hombre vastas áreas del planeta? ¿O ante los problemas de la paz, amenazada a menudo con la pesadilla de guerras catastróficas? ¿O frente al vilipendio de los derechos humanos fundamentales de tantas personas, especialmente de los niños?” (Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte[7].



¿Quién, pues, con un mínimo de sensibilidad hacia el dolor ajeno, puede negar los grandes males que sacuden hoy a las sociedades del mundo, en especial a las más pobres? Falta de vivienda digna, mujeres discriminadas, pobreza extrema, hambruna en grandes masas de pueblos, desempleo y salarios de miseria, ausencia de servicios sanitarios, hospitalarios y educativos para inmensos colectivos de personas que viven al margen del progreso, culturas autóctonas destruidas, comunidades indígenas abandonadas, aisladas o sepultadas adrede, grupos afro descendientes que se sienten discriminados, campesinos que son expulsados de sus tierras, jóvenes indignados a quienes se les niega el presente y se les roba el futuro, una naturaleza depredada que sufre, grita y se rebela, etc., etc., etc. La TL considera estos males responsabilidad del capitalismo. ¿No diferenciaron los Sumos Pontífices al Capitalismo versus el "capitalismo salvaje"? ¿Ese que nada en el oportunismo y la corrupción, de manera similar que el marxismo, proclamando “sálvese quien pueda”?



Todos estamos de acuerdo en que las perversiones enumeradas constituyen grandes injusticias y calamidades sociales que humillan al ser humano y oscurecen su dignidad. Pero veamos dónde se concentran más, geográficamente. ¿No es en los países socialistas (al menos en los sistemas socialistas de corte populistas) donde con más frecuencia se observan estos fenómenos de pobreza e injusticia? En la Europa del tercer milenio, por ejemplo, ¿dónde ha castigado la crisis económica con más severidad a los pueblos? ¿No ha sido, por cierto, en países regidos en ese momento por gobiernos socialistas? Veamos la lista de los más afectados, grupo despectivamente conocido como PIIGS: Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España. Algunos analistas agregan también a Francia.

Apunta Enrique Peña Nieto, con razón, que «


Antes de finalizar, presento dos ejemplos recientes que demuestran la falacia de asegurar que el Papa Francisco apoya la TL.  En los discursos pronunciados durante su visita a Brasil el Papa Francisco ni siquiera citó la TL, siendo este país el lugar donde más se cultiva y donde más teólogos y teólogas de la liberación hay; tampoco se encontró con ellos, cuando tuvo variados encuentros con otros colectivos cristianos y sociales.  Otro caso. En una entrevista de agosto de 2013, al recién nombrado secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin, cuando era nuncio en Venezuela, preguntado por la TL y la opción por los pobres, respondió de esta manera: "Es cierto que la Iglesia tiene una opción preferencial por los pobres... Pero también la Iglesia siempre ha aclarado que la de los pobres no es una opción excluyente ni exclusiva... La Iglesia es de todos, la Iglesia ofrece el Evangelio a todos con una atención especial a los pobres, porque ellos son los preferidos del Señor, a sabiendas de que el Evangelio solamente se puede recibir con una actitud de pobre". ¿Qué les parece esta inteligente y definitiva declaración?

El sacerdote franciscano Clodovis Boff, hermano del conocido propulsor de la TL en Brasil, Leonardo Boff, aseguró en una entrevista que el acontecimiento que signó el adiós de la Iglesia Católica latinoamericana a lo que quedaba de la Teología de la Liberación fue la Conferencia Continental de Aparecida, en el año 2007, inaugurada por Benedicto XVI en persona y como su protagonista, el cardenal Bergoglio. Advirtió en aquella ocasión que el error fatal de esta corriente fue colocar al pobre como primer principio operativo de la teología, sustituyendo a Dios y a Jesucristo. Y sigue: La 'pastoral de la liberación' se convierte en un brazo de la lucha política. [En estas condiciones], la Iglesia se asimila a una ONG y así se vacía también físicamente, ya que pierde operadores, militantes y fieles. Los 'de afuera' experimentan escasa atracción por una 'Iglesia de la liberación', porque para la militancia disponen ya de diversas ONGs, mientras que para la experiencia religiosa tienen necesidad de mucho más que una simple liberación social.   
Concluyo con un mensaje para el cristiano preocupado: No importa que haya de vez en cuando desviaciones en la manera de pensar de algunos creyentes, lo importante es que la Iglesia esté siempre clara en el camino que recorre. Y, efectivamente, lo está, porque Cristo es su Cabeza y el Espíritu Santo la asiste. Esto es fundamental saberlo, y por eso mismo Juan Pablo II escribió lo siguiente en su primera Encíclica (Redemptor hominis, 1979):  

«La Iglesia no puede abandonar al hombre, cuya "suerte", es decir, la elección, la llamada, el nacimiento y la muerte, la salvación o la perdición, están tan estrecha e indisolublemente unidos a Cristo. (...) Este hombre es el primer camino que la Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su misión; él [el hombre] es el camino primero y fundamental de la Iglesia, camino trazado por Cristo mismo, camino que inmutablemente conduce a través del misterio de la encarnación y de la redención» (Nº 14). 






ADVERTENCIA FINAL

Me voy a permitir parafrasear al Papa Francisco, cuando dice: Si alguien se siente ofendido por mis palabras, le digo que las expreso con afecto y con la mejor de las intenciones. Pero creo que es mi obligación advertir sin cesar la necesidad de cuidarse de la nefasta influencia comunista (de sus activistas y de los "tontos útiles" que caen en sus redes), que se mueve sigilosamente en las estructuras de las sociedades democráticas. 
Reconozco que algunos párrafos pudieran parecer algo duras, pero no es tiempo de hablar con remilgos, sino con claridad diáfana. Muchas veces, casi siempre, la ascensión de un partido marxista al poder impedirá cualquier posibilidad de deshacer la equivocación de un pueblo (v. gr. Cuba o Venezuela). No habrá entonces segundas oportunidades. 



NOTAS

[1] Por cierto, resulta una frase controvertida; una versión explica que San Jerónimo, el traductor de la Biblia al Latín, interpretó la palabra 'Kamelos' como “camello”, cuando en realidad en griego 'Kamelos' es aquella soga gruesa con la que se amarran los barcos a los muelles. Otra versión, es que "Ojo de la Aguja" es el nombre de un pase montañoso muy angosto, donde apenas puede cruzar una persona y nunca un camello.


[2] PONTIFICIO CONSEJO «JUSTICIA Y PAZ»,


[3] Ib. Nº 169; cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1908


[4] Ib. Nº 135; cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1705.


[5] Ib. Nº 259; Catecismo de la Iglesia Católica, 1740.


[6] Ib. Nº 260; cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr.


[7] Ib.


[8] Enrique Peña Nieto, presidente de México, en su visita al Papa Francisco el 07-06-2014.