EL GESTO DEL PAPA FRANCISCO
Recientemente, con motivo del 200 aniversario de la
Independencia de México, el Papa Francisco, a través de una carta leída por el
cardenal Rogelio Cabrera, arzobispo de Monterrey y presidente del Episcopado
Mexicano, ofreció disculpas al pueblo mexicano «por todos los pecados
personales y sociales, por todas las acciones u omisiones que no contribuyeron
a la evangelización».
Conviene recordar que ese perdón ha sido precedido años
antes por otros similares manifestados por san Juan Pablo II y Benedicto XVI. En
efecto, el Papa lo recuerda en la carta: «Tanto mis antecesores como yo
mismo hemos pedido perdón por los pecados personales y sociales, por todas las
acciones u omisiones que no contribuyeron a la evangelización». E imploró por
no evocar los dolores del pasado para quedarse en ellos, sino para aprender: «Seguir
dando pasos en vistas a sanar las heridas, a cultivar un diálogo abierto y
respetuoso entre las diferencias y a construir la tan anhelada fraternidad
priorizando el bien común por encima de intereses particulares, las tensiones y
los conflictos».
Aunque el presidente de México ha alabado al Papa por la
misiva, definiéndole como un «verdadero católico y defensor de los pobres»,
ha exigido en varias ocasiones al rey Felipe VI una disculpa oficial por la
conquista de Tenochtitlan (la gran hazaña de Hernán Cortés), de la que se
cumplió 500 años el pasado mes de agosto. Además, ha insistido en criticar a
las empresas españolas. Mucho
populismo e ignorancia.
¿Qué sucedió en América tras la llegada de los españoles?
¿Fue realmente un genocidio sistemático o, por el contrario, se inauguró una
etapa de orden, fe y progreso?
No se puede negar que en esa gesta hubo abusos, no
porque el español, portugués, holandés o inglés (sólo por mencionar algunos
gentilicios de los conquistadores) hayan sido crueles, sino porque, como afirmó
Thomas Hobbes «homo homini lupus», es decir, «el hombre es un lobo para el hombre». Y si no, que lo cuenten los
judíos y gitanos asesinados por los nazis, o las
víctimas de los bandos que participaron en
guerras civiles alrededor del mundo.
A esta altura de la historia, no cabe duda de que México
(como también muchos otros países latinoamericanos que cuestionan la Conquista
y posterior Colonización), deforma y falsea la verdad para utilizarla
políticamente. Lo malo es que todavía haya muchas personas que aceptan con facilidad la Leyenda
Negra, esto es, el conjunto de creencias en torno a la presunta barbarie cometida
por el imperio español entre los siglos XVI Y XVII. La leyenda ha perdurado en
el tiempo y dañado la reputación de España. Pero no todo lo que se ha dicho es
cierto.
Afirma el catedrático de la Universidad de Navarra, Javier
de Navascués, que en la configuración de este concepto participó de forma
decisiva, aunque involuntaria, el dominico español, padre Bartolomé De Las Casas,
en su reseña «Brevísima relación de la destrucción de las Indias» (1552),
donde denunciaba las atrocidades cometidas por los conquistadores a los
indígenas. Se sabe que De Las Casas exageraba datos para conmover a su lector
principal, el rey de España, y conseguir de él una política más comprensiva en
favor de los nativos. Sin embargo, la obra del padre De Las Casas fue también
leída por los enemigos del momento. De hecho, el alegato del dominico se
tradujo al holandés, francés, inglés y alemán, y se difundió ampliamente por
Europa. Alguna edición extranjera se complementaba con truculentas
ilustraciones en donde los españoles se mostraban como salvajes frente a unos
indios desnudos e indefensos. Para colmo, circularon versiones muy libres
acerca de los números de víctimas proporcionados por De Las Casas. La edición
de Londres de 1698 habla de cuarenta millones de muertos a manos de los
españoles, cuando en toda América la población indígena era de entre 40 y 60
millones de personas (según cálculos de historiadores como Sapper, Spinden,
Rivet y Denevan). De todos modos, ya había nacido la Leyenda Negra
antiespañola.
Pero más que el exterminio indígena en América, el sello
distintivo del imperialismo español fue la relevancia adquirida por la Iglesia
católica. En efecto, si el conquistador y colonizador buscaba riqueza, el marco
político y jurídico en el que se movían, impuestos por el rey de España y el Papa de entonces, les obligaba a justificarse
constantemente y a sentir en sus nucas el aliento de la Iglesia, recordándoles
que su misión fundamental consistía en facilitar el bien espiritual y material
de las comunidades indígenas.
Quien conozca el libro El Azteca (un tocho de 894
páginas) encontrará el relato de Gary Jennings, basado en doce años de
investigación en México, quien supo reconstruir el mundo prehispano de los
aztecas y los años posteriores a la llegada de los conquistadores españoles. ¿Qué
fue lo que los españoles encontraron en esa “civilización”? La narración de
Jennings, aunque no absuelve a los conquistadores, incorpora una gran cantidad de
información de las costumbres de cada uno de los pueblos “mexicas”, en especial, de las crueles prácticas caníbales de los aztecas que aterraron al mismísimo extremeño Hernán Cortés, quien vio con asombro cómo los nativos sacrificaban en
cada “fiesta” a miles de sus congéneres, desmembraban sus cadáveres y cocinaban
las diferentes partes con diversas verduras antes de ofrecerlos al pueblo para comérselas.
La ingente cantidad de sacrificios humanos (en rituales que los estudiosos han llamado «holocausto azteca») que perpetraban anualmente los sacerdotes mexicas antes,
durante y después de la llegada de los españoles al Nuevo Mundo crearon gran
estupor entre los conquistadores. Los escritos de aquellos que acompañaron a
Hernán Cortés (1485-1547) en sus conquistas corroboraron la triste verdad. Y es
que los españoles que atravesaron el Atlántico dejaron amplia constancia de las
prácticas canibalescas con las que se toparon en el mismo instante en el que
desembarcaron en Tabasco allá por 1519. Desde Bernal Díaz del Castillo
(1492-1584), hasta el franciscano Bernardino de Sahagún (1499-1590). Todos
ellos pusieron sobre blanco el viaje que hacía el cuerpo de una víctima desde
que era sacrificada en el altar, hasta que era devorada por el pueblo azteca. Uno de estos testigos escribió: «Después de que los hubieran muerto y sacado los corazones, llevábanlos pasito,
rodando por las gradas abajo; llegados abajo cortábanles las cabezas y
espetábanlas en un palo y los cuerpos llevábanlos a las casas que llamaban
Calpul donde los repartían para comer».
Entonces, ¿benefició o no la conquista y posterior
colonización del pueblo azteca por parte de España? Argumentos similares se
pueden ofrecer en la conquista y colonización de otros pueblos de Sudamérica y
el Caribe (los más numerosos), como los chibchas, incas, caribes, aravacos,
taínos, los tupíes-guaraníes, los tenochcas, mayas, chibchas, quechuas,
aymaraes, araucanos, puelches, patagones y fueguinos, entre otros.
Varias personalidades han interpretado la carta del Papa como una disculpa del máximo líder católico por los excesos cometidos por la
Iglesia durante la evangelización que siguió a la Conquista. Pienso, no
obstante, que el mensaje del Papa Francisco no constituye el reconocimiento de
una culpa de la Iglesia por maltrato a los indígenas, porque ella no hizo tal cosa; sino el reconocimiento de la
Iglesia de haber podido hacer más a favor de la evangelización. Por otra parte,
el perdón por los excesos de otros es un gesto profunda y expresamente sacerdotal: interceder ante
Dios por las faltas cometidas por algunos conquistadores.
Hoy, 12 de octubre, celebramos en España el Día de la Hispanidad,
fecha que simboliza la efeméride histórica en la que España, a punto de
concluir un proceso de construcción del Estado a partir de su pluralidad
cultural y política, y la integración de los Reinos de España en una misma
monarquía, inicia un período de proyección lingüística y cultural más allá de
los límites europeos. Por estas mismas razones, y con el fin de realzar la
conmemoración de fiesta nacional, España también celebra el Día de las Fuerzas
Armadas (cf. Boletín Oficial del Estado, 7-10-1987).
Pero también hoy festejamos a nuestra Madre Santísima, la Virgen
del Pilar, Patrona del Cuerpo de la Guardia Civil (1913), Cuerpo de Correos y
Telégrafos (1916), Cuerpo de Secretarios, Interventores y Depositarios de Administración
Local (1928), Sociedad Mariológica (1940), del Arma Submarina de la Armada Española (1946) y del Consejo Superior de
Misiones (1948).
No conviene, pues, hacerse eco de las ocurrencias que declama cualquier iluminado, especialmente cuando ha demostrado no estar en capacidad de arreglar un país, lleno de urgentes necesidades y plagado de crímenes y narcotráfico. A pesar de la Leyenda Negra y la oposición miope y mezquina que
han expresado diversos gobiernos y grupos antisistema, socialistas y comunistas,
sobre todo de Hispanoamérica, España ha demostrado ser un país para el mundo.
Ya mencionamos alguna vez que no hay tierra en el orbe que no tenga una tumba
española. Hace 529 años España ensanchó el mundo conocido hasta entonces, extendiendo
la cultura, la religión cristiana y la lengua y enriqueciéndose, a cambio, con lo
bueno de las culturas de otras latitudes.
Y ya que coincide la fiesta de la Hispanidad con la del Pilar, lógico sería evocar también a Nuestra Señora de Guadalupe, «Estrella de la Nueva Evangelización» y «Reina de la Hispanidad» en este Año Jubilar Guadalupense; porque, a pesar de las múltiples advocaciones, ella es siempre la misma.
Es una preciosa ocasión para dirigir la mirada hacia diversas
instituciones y grupos que se entregan generosamente para asistir a los demás. Ejemplo
de ello son las Fuerzas Armadas españolas desplegadas en los cuatro continentes
con militares y Guardias Civiles, ofreciendo su ayuda, experiencia y muchas
veces su vida para alcanzar o mantener la paz.
Los datos sorprenden no sólo en el ámbito de ayuda militar. Pero es todavía más impresionante en el área religiosa: Más de 12 mil españoles son
misioneros por el mundo, la mitad son mujeres, en su mayoría religiosas. Esta
ingente cantidad de voluntarios que dejan sus casas, familias y su patria,
realizan una labor de ayuda a los más necesitados y de anuncio del Evangelio en
132 países de los cinco continentes, sobre todo, en América Latina y África.
¡Felicidades a los españoles e hispanoamericanos!
¡Viva España! ¡Viva Hispanoamérica! ¡Viva el Rey!
¡Viva la Virgen, en sus advocaciones de Guadalupe y del
Pilar!
¡Viva Cristo Rey!