domingo, octubre 31, 2021

DÍA DE LOS GRANDES AMADORES


    Cada 1º de noviembre celebramos la Solemnidad de Todos los Santos. Cuando acabé de escribir la línea anterior, pensé que hoy, junto con los Santos, tendríamos que festejar a Dios, el Santo de los santos. Sí, Aquél que hace posible la santidad y que envuelve a todos, vivos y muertos, con un “manto” (escatología) invisible, misterioso y sobrenatural. Ese manto de Gracia hace posible la “Comunión de los Santos”.

     ¿Quiénes son los santos? Como hemos titulado esta reflexión, los santos han sido hombres, varones y mujeres, “grandes amadores” por excelencia, es decir, los que amaron con locura, sin medida; los que se identificaron con las Bienaventuranzas de Cristo (cf. Mateo 5, 1-12) y con el samaritano del Evangelio (Lucas 10, 25-37). Son aquellos que mantuvieron en su sagrario interior, en sus corazones, el sagrado primer Mandamiento de la Ley de Dios y lo hicieron lema de su vida. El suyo ha sido un amor tan grande, que desbordó hacia el prójimo, cual río crecido de cristalinas aguas.

     Para muchos, los santos son seres inalcanzables, igual que sus imágenes colocadas frecuentemente en las peanas elevadas en las paredes de los templos, hecho que algunos interpretarán erróneamente como si el santo les dijese: “yo aquí, arriba; tú allá, abajo”. Sin embargo, es Cristo mismo que nos invita a la santidad cuando expresa en el Evangelio: «Sed santos como vuestro Padre celestial es Santo» (Mt 5, 48)

     A lo largo del año los católicos celebramos la memoria de algunos santos, cuya fecha es elegida generalmente con el día de su muerte, su alborada en el más allá. La Iglesia afirma que los santos son los que probadamente han vivido las virtudes de fe, esperanza y caridad en grado heroico y por ello los propone como modelos de vida. Un sacerdote ha escrito acertadamente que los santos son “Amigos fuertes del buen Dios” (P. Rubén Carrasco en “Padre nuestro” 1-11-2020). Y un conocido obispo afirma: “La fiesta de los Santos es la fiesta de los cristianos, por cuanto nos coloca en la contemplación de la meta a la que todos estamos llamados y que todos debemos esforzarnos en vivir desde ya”. Y nos advierte: “Quien llega a la meta final no estará jamás exento de una vida cotidiana marcada por el esfuerzo y la lucha. Será el caminar de quien emprende día a día el reto de su vida con el deseo de dar siempre lo mejor de sí…” (Monseñor Ramón Viloria, “Sólo seremos santos eternamente si lo somos ya ahora”, 1-11-2020).

     Consecuentemente, hay en el Cielo miles de millones de santos, al lado de Dios, que en su vida terrenal se desempeñaron como sacerdotes, médicos, enfermeras, religiosos, misioneros, empresarios, abuelos, niños, jóvenes, padres y madres de familia (tal vez algunos de nuestros familiares y conocidos), que han hecho de su vida, a partir de la conversión de corazón, una entrega total al Padre celestial y un generoso ministerio (que significa servicio a los demás) por amor a Dios.

     Lo cierto es que con esta única celebración la Iglesia nos quiere decir que esa, y no otra, es nuestra META. Y si así lo hacemos, cuando Dios nos llame, podremos contarnos entre los que hoy admiramos y celebramos con alegría y agradecimiento cada 1º de noviembre.

PARA LOS NIÑOS: https://youtu.be/e2hnZcZPWj0


    ¡Veni, Lumen cordium!

lunes, octubre 11, 2021

 

EL GESTO DEL PAPA FRANCISCO

 

  

Recientemente, con motivo del 200 aniversario de la Independencia de México, el Papa Francisco, a través de una carta leída por el cardenal Rogelio Cabrera, arzobispo de Monterrey y presidente del Episcopado Mexicano, ofreció disculpas al pueblo mexicano «por todos los pecados personales y sociales, por todas las acciones u omisiones que no contribuyeron a la evangelización».

     Conviene recordar que ese perdón ha sido precedido años antes por otros similares manifestados por san Juan Pablo II y Benedicto XVI. En efecto, el Papa lo recuerda en la carta: «Tanto mis antecesores como yo mismo hemos pedido perdón por los pecados personales y sociales, por todas las acciones u omisiones que no contribuyeron a la evangelización». E imploró por no evocar los dolores del pasado para quedarse en ellos, sino para aprender: «Seguir dando pasos en vistas a sanar las heridas, a cultivar un diálogo abierto y respetuoso entre las diferencias y a construir la tan anhelada fraternidad priorizando el bien común por encima de intereses particulares, las tensiones y los conflictos».

     Aunque el presidente de México ha alabado al Papa por la misiva, definiéndole como un «verdadero católico y defensor de los pobres», ha exigido en varias ocasiones al rey Felipe VI una disculpa oficial por la conquista de Tenochtitlan (la gran hazaña de Hernán Cortés), de la que se cumplió 500 años el pasado mes de agosto. Además, ha insistido en criticar a las empresas españolas. Mucho populismo e ignorancia.

     ¿Qué sucedió en América tras la llegada de los españoles? ¿Fue realmente un genocidio sistemático o, por el contrario, se inauguró una etapa de orden, fe y progreso?

     No se puede negar que en esa gesta hubo abusos, no porque el español, portugués, holandés o inglés (sólo por mencionar algunos gentilicios de los conquistadores) hayan sido crueles, sino porque, como afirmó Thomas Hobbes «homo homini lupus», es decir, «el hombre es un lobo para el hombre». Y si no, que lo cuenten los judíos y gitanos asesinados por los nazis, o las víctimas de los bandos que participaron en guerras civiles alrededor del mundo.

     A esta altura de la historia, no cabe duda de que México (como también muchos otros países latinoamericanos que cuestionan la Conquista y posterior Colonización), deforma y falsea la verdad para utilizarla políticamente. Lo malo es que todavía haya muchas personas que aceptan con facilidad la Leyenda Negra, esto es, el conjunto de creencias en torno a la presunta barbarie cometida por el imperio español entre los siglos XVI Y XVII. La leyenda ha perdurado en el tiempo y dañado la reputación de España. Pero no todo lo que se ha dicho es cierto.

    Afirma el catedrático de la Universidad de Navarra, Javier de Navascués, que en la configuración de este concepto participó de forma decisiva, aunque involuntaria, el dominico español, padre Bartolomé De Las Casas, en su reseña «Brevísima relación de la destrucción de las Indias» (1552), donde denunciaba las atrocidades cometidas por los conquistadores a los indígenas. Se sabe que De Las Casas exageraba datos para conmover a su lector principal, el rey de España, y conseguir de él una política más comprensiva en favor de los nativos. Sin embargo, la obra del padre De Las Casas fue también leída por los enemigos del momento. De hecho, el alegato del dominico se tradujo al holandés, francés, inglés y alemán, y se difundió ampliamente por Europa. Alguna edición extranjera se complementaba con truculentas ilustraciones en donde los españoles se mostraban como salvajes frente a unos indios desnudos e indefensos. Para colmo, circularon versiones muy libres acerca de los números de víctimas proporcionados por De Las Casas. La edición de Londres de 1698 habla de cuarenta millones de muertos a manos de los españoles, cuando en toda América la población indígena era de entre 40 y 60 millones de personas (según cálculos de historiadores como Sapper, Spinden, Rivet y Denevan). De todos modos, ya había nacido la Leyenda Negra antiespañola.

     Pero más que el exterminio indígena en América, el sello distintivo del imperialismo español fue la relevancia adquirida por la Iglesia católica. En efecto, si el conquistador y colonizador buscaba riqueza, el marco político y jurídico en el que se movían, impuestos por el rey de España y el Papa de entonces, les obligaba a justificarse constantemente y a sentir en sus nucas el aliento de la Iglesia, recordándoles que su misión fundamental consistía en facilitar el bien espiritual y material de las comunidades indígenas.

     Quien conozca el libro El Azteca (un tocho de 894 páginas) encontrará el relato de Gary Jennings, basado en doce años de investigación en México, quien supo reconstruir el mundo prehispano de los aztecas y los años posteriores a la llegada de los conquistadores españoles. ¿Qué fue lo que los españoles encontraron en esa “civilización”? La narración de Jennings, aunque no absuelve a los conquistadores, incorpora una gran cantidad de información de las costumbres de cada uno de los pueblos “mexicas”, en especial, de las crueles prácticas caníbales de los aztecas que aterraron al mismísimo extremeño Hernán Cortés, quien vio con asombro cómo los nativos sacrificaban en cada “fiesta” a miles de sus congéneres, desmembraban sus cadáveres y cocinaban las diferentes partes con diversas verduras antes de ofrecerlos al pueblo para comérselas.

     La ingente cantidad de sacrificios humanos (en rituales que los estudiosos han llamado «holocausto azteca») que perpetraban anualmente los sacerdotes mexicas antes, durante y después de la llegada de los españoles al Nuevo Mundo crearon gran estupor entre los conquistadores. Los escritos de aquellos que acompañaron a Hernán Cortés (1485-1547) en sus conquistas corroboraron la triste verdad. Y es que los españoles que atravesaron el Atlántico dejaron amplia constancia de las prácticas canibalescas con las que se toparon en el mismo instante en el que desembarcaron en Tabasco allá por 1519. Desde Bernal Díaz del Castillo (1492-1584), hasta el franciscano Bernardino de Sahagún (1499-1590). Todos ellos pusieron sobre blanco el viaje que hacía el cuerpo de una víctima desde que era sacrificada en el altar, hasta que era devorada por el pueblo azteca. Uno de estos testigos escribió: «Después de que los hubieran muerto y sacado los corazones, llevábanlos pasito, rodando por las gradas abajo; llegados abajo cortábanles las cabezas y espetábanlas en un palo y los cuerpos llevábanlos a las casas que llamaban Calpul donde los repartían para comer».

     Entonces, ¿benefició o no la conquista y posterior colonización del pueblo azteca por parte de España? Argumentos similares se pueden ofrecer en la conquista y colonización de otros pueblos de Sudamérica y el Caribe (los más numerosos), como los chibchas, incas, caribes, aravacos, taínos, los tupíes-guaraníes, los tenochcas, mayas, chibchas, quechuas, aymaraes, araucanos, puelches, patagones y fueguinos, entre otros.

     Varias personalidades han interpretado la carta del Papa como una disculpa del máximo líder católico por los excesos cometidos por la Iglesia durante la evangelización que siguió a la Conquista. Pienso, no obstante, que el mensaje del Papa Francisco no constituye el reconocimiento de una culpa de la Iglesia por maltrato a los indígenas, porque ella no hizo tal cosa; sino el reconocimiento de la Iglesia de haber podido hacer más a favor de la evangelización. Por otra parte, el perdón por los excesos de otros es un gesto profunda y expresamente sacerdotal: interceder ante Dios por las faltas cometidas por algunos conquistadores.

 


    Hoy, 12 de octubre, celebramos en España el Día de la Hispanidad, fecha que simboliza la efeméride histórica en la que España, a punto de concluir un proceso de construcción del Estado a partir de su pluralidad cultural y política, y la integración de los Reinos de España en una misma monarquía, inicia un período de proyección lingüística y cultural más allá de los límites europeos. Por estas mismas razones, y con el fin de realzar la conmemoración de fiesta nacional, España también celebra el Día de las Fuerzas Armadas (cf. Boletín Oficial del Estado, 7-10-1987).

    Pero también hoy festejamos a nuestra Madre Santísima, la Virgen del Pilar, Patrona del Cuerpo de la Guardia Civil (1913), Cuerpo de Correos y Telégrafos (1916), Cuerpo de Secretarios, Interventores y Depositarios de Administración Local (1928), Sociedad Mariológica (1940), del Arma Submarina de la Armada Española (1946) y del Consejo Superior de Misiones (1948)

    No conviene, pues, hacerse eco de las ocurrencias que declama cualquier iluminado, especialmente cuando ha demostrado no estar en capacidad de arreglar un país, lleno de urgentes necesidades y plagado de crímenes y narcotráfico. A pesar de la Leyenda Negra y la oposición miope y mezquina que han expresado diversos gobiernos y grupos antisistema, socialistas y comunistas, sobre todo de Hispanoamérica, España ha demostrado ser un país para el mundo. Ya mencionamos alguna vez que no hay tierra en el orbe que no tenga una tumba española. Hace 529 años España ensanchó el mundo conocido hasta entonces, extendiendo la cultura, la religión cristiana y la lengua y enriqueciéndose, a cambio, con lo bueno de las culturas de otras latitudes.

         Y ya que coincide la fiesta de la Hispanidad con la del Pilar, lógico sería evocar también a Nuestra Señora de Guadalupe, «Estrella de la Nueva Evangelización» y «Reina de la Hispanidad» en este Año Jubilar Guadalupense; porque, a pesar de las múltiples advocaciones, ella es siempre la misma. 

    Es una preciosa ocasión para dirigir la mirada hacia diversas instituciones y grupos que se entregan generosamente para asistir a los demás. Ejemplo de ello son las Fuerzas Armadas españolas desplegadas en los cuatro continentes con militares y Guardias Civiles, ofreciendo su ayuda, experiencia y muchas veces su vida para alcanzar o mantener la paz.

     Los datos sorprenden no sólo en el ámbito de ayuda militar. Pero es todavía más impresionante en el área religiosa: Más de 12 mil españoles son misioneros por el mundo, la mitad son mujeres, en su mayoría religiosas. Esta ingente cantidad de voluntarios que dejan sus casas, familias y su patria, realizan una labor de ayuda a los más necesitados y de anuncio del Evangelio en 132 países de los cinco continentes, sobre todo, en América Latina y África.

 ¡Felicidades a los españoles e hispanoamericanos!

¡Viva España! ¡Viva Hispanoamérica! ¡Viva el Rey!

¡Viva la Virgen, en sus advocaciones de Guadalupe y del Pilar!

¡Viva Cristo Rey!