DÍA DE LOS GRANDES AMADORES
Cada 1º de noviembre celebramos la Solemnidad de Todos los Santos.
Cuando acabé de escribir la línea anterior, pensé que hoy, junto con
los Santos, tendríamos que festejar a Dios, el Santo de los santos. Sí, Aquél que hace posible la
santidad y que envuelve a todos, vivos y muertos, con un “manto” (escatología)
invisible, misterioso y sobrenatural. Ese manto de Gracia hace posible la “Comunión
de los Santos”.
¿Quiénes son los santos? Como hemos titulado
esta reflexión, los santos han sido hombres, varones y mujeres, “grandes amadores”
por excelencia, es decir, los que amaron con locura, sin medida; los que se
identificaron con las Bienaventuranzas de Cristo (cf. Mateo 5, 1-12) y con el
samaritano del Evangelio (Lucas 10, 25-37). Son aquellos que mantuvieron en su
sagrario interior, en sus corazones, el sagrado primer Mandamiento de la Ley de
Dios y lo hicieron lema de su vida. El suyo ha sido un amor tan grande, que desbordó hacia el prójimo, cual río crecido de cristalinas aguas.
Para muchos, los santos son seres inalcanzables, igual que sus imágenes
colocadas frecuentemente en las peanas elevadas en las paredes de los templos,
hecho que algunos interpretarán erróneamente como si el santo les dijese: “yo
aquí, arriba; tú allá, abajo”. Sin embargo, es Cristo mismo que nos invita
a la santidad cuando expresa en el Evangelio: «Sed santos como vuestro Padre
celestial es Santo» (Mt 5, 48)
A lo largo del año los católicos celebramos la
memoria de algunos santos, cuya fecha es elegida generalmente con el día de su
muerte, su alborada en el más allá. La Iglesia afirma que los santos son los que
probadamente han vivido las virtudes de fe, esperanza y caridad en grado heroico
y por ello los propone como modelos de vida. Un sacerdote ha escrito
acertadamente que los santos son “Amigos fuertes del buen Dios” (P.
Rubén Carrasco en “Padre nuestro” 1-11-2020). Y un conocido obispo
afirma: “La fiesta de los Santos es la fiesta de los cristianos, por cuanto
nos coloca en la contemplación de la meta a la que todos estamos llamados y que
todos debemos esforzarnos en vivir desde ya”. Y nos advierte: “Quien
llega a la meta final no estará jamás exento de una vida cotidiana marcada por
el esfuerzo y la lucha. Será el caminar de quien emprende día a día el reto de
su vida con el deseo de dar siempre lo mejor de sí…” (Monseñor Ramón
Viloria, “Sólo seremos santos eternamente si lo somos ya ahora”,
1-11-2020).
Consecuentemente, hay en el Cielo miles de
millones de santos, al lado de Dios, que en su vida terrenal se desempeñaron como sacerdotes, médicos, enfermeras, religiosos, misioneros, empresarios, abuelos, niños, jóvenes, padres y madres de familia (tal vez
algunos de nuestros familiares y conocidos), que han hecho de su vida, a partir
de la conversión de corazón, una entrega total al Padre celestial y un generoso
ministerio (que significa servicio a los demás) por amor a Dios.
Lo cierto es que con esta única celebración la Iglesia nos quiere decir
que esa, y no otra, es nuestra META. Y si así lo hacemos, cuando Dios nos llame, podremos contarnos entre los que hoy admiramos y celebramos con alegría y
agradecimiento cada 1º de noviembre.
PARA LOS NIÑOS: https://youtu.be/e2hnZcZPWj0
¡Veni, Lumen cordium!
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