Con todo el respeto que merecen, queridos seminaristas
y formadores. En relación a la nota que ustedes emitieron, me permito
comentarles lo siguiente:
Es verdad que en Venezuela, en cada bando hoy
enfrentado, hay gente que puede, en conciencia, actuar de buena fe y lo
contrario también. No lo dudamos. Pero no se trata de pedirle a nadie que se
erija en juez. Ni siquiera que opinen sobre política; ya que esto que está
sucediendo no tiene nada de política.
Para los cristianos, el punto de referencia es
Jesucristo. Y a él nos remitimos en primera instancia; luego consultaremos qué
dice la doctrina de la Iglesia al respecto. Todos sabemos que Jesús enfrentó a
los fariseos. Es muy fácil demostrar que este gobierno se comporta como “los
fariseos” del tiempo de Jesús. Son fariseos porque actúan con doble moral,
imponen enormes sacrificios al pueblo y ellos mismos nadan en abundancia y
derrochan lo que no trabajaron. En efecto, los truhanes de camisa roja,
nacionales y foráneos, «atan cargas tan pesadas que es imposible soportarlas, y
las echan sobre los hombros de los demás, mientras que ellos mismos no quieren
tocarlas ni siquiera con un dedo» (Mt 23, 4). Además, esos fariseos tienen otra
característica sobresaliente: «son como sepulcros blanqueados, bien arreglados
por fuera, pero llenos por dentro de huesos de muertos y de toda clase de
impureza» (Mt 23, 27).
¿Creen ustedes que defender una causa justa y señalar crímenes y criminales para ustedes es “hacer publicidad” e identificarse con postura partidista o, como dicen en su nota, asumir “parcialización política alguna”? Señores míos, si así lo consideran, no cuenten con el apoyo del pueblo, ni ahora ni cuando sean pastores. Pastores de qué. De rebaños sumisos, resignados, blandengues y “ovejeados”. Nadie les pide a ustedes que se armen y salgan a agredir a cualquier “prójimo” que encuentren por el camino. Pero no se puede ser neutral frente a los tristes acontecimientos que vemos a diario en esa maltrecha tierra.
España, durante la Guerra Civil (1934 – 1939), fue escenario de auténticos ejemplos de valentía. Los comunistas hicieron una verdadera persecución contra los cristianos; fueron a por ellos porque denunciaron los atropellos de que era objeto la población creyente; en fin, no callaron. Así, el grito de “guerra” de obispos, sacerdotes, monjas, seminaristas y laicos fue «¡Morir! ¡Viva Cristo Rey!».
Hay miles de testimonios de la época, pero sólo traeré
uno de muestra (ver también http://es.wikipedia.org/wiki/Beatos_M%C3%A1rtires_Claretianos_de_Barbastro
):
El 20 de julio de 1936, unos sesenta milicianos
comunistas y anarquistas de la CNT, armados, irrumpieron en la comunidad de
Barbastro (cerca de Zaragoza), en donde residían misioneros claretianos y se
los llevaron. La comunidad estaba formada por 60 personas: 9 sacerdotes, 12
hermanos y 39 seminaristas. Durante el encierro, los jóvenes dejaron su
testimonio en sillas, tablas, paredes y hasta en los envoltorios de la comida.
En una envoltura de chocolate se conservó el testimonio de Faustino Pérez, un
seminarista: “Agosto, 12 de 1936, en Barbastro. Seis de nuestros compañeros son
ya mártires: Pronto esperamos serlo nosotros también. Pero antes queremos hacer
constar que morimos perdonando a los que nos quitan la vida y ofreciéndola por
la ordenación cristiana del mundo obrero, el reinado definitivo de la Iglesia
Católica, por nuestra querida Congregación y por nuestras queridas familias. ¡La
ofrenda última a la Congregación, de sus hijos mártires!”. Juan Pablo II
beatificó a estos mártires el 25 de octubre de 1992.
Es cierto y comprendemos perfectamente que les esté
prohibido tomar partido en temas políticos y de ejercer cargos de esta
categoría. Pero insisto: lo que estamos viviendo no tiene nada que ver con
política. Ojalá se tratara de asuntos políticos. Política es un término
derivado del latín “politicus” y éste del griego antiguo “politicós” “civil”,
relativo al ordenamiento de la ciudad o a los asuntos del ciudadano. El Papa Francisco
ha recordado que la Doctrina Social de la Iglesia define a la política como
«una de las formas más altas de la caridad, porque es servir al bien común» y
ha agregado que nadie puede «lavarse las manos». No obstante, insisto; lo que
vivimos en Venezuela, señores, es un genocidio con el objetivo de exterminar y
de amedrentar al que no piense igual que los representantes del gobierno. Este
genocidio es ejecutado por los oficialistas y sus matones cubanos, debido a que
una gran mayoría del pueblo se rebela por no aceptar el chantaje al que le someten.
No me corresponde a mí urgirles a tomar posición. Ni
me interesa. Escribo fundamentalmente para que conste que hay cristianos que no
están de acuerdo con la posición que han asumido y también para que mis amigos no
queden confundidos con esa decisión y sepan, por el contrario, que la Iglesia
no es neutral (nunca lo ha sido) frente al crimen y las injusticias. ¿Saben por
qué? Primero, porque Jesús nunca permaneció neutral frente al mal (“Busquen el
Reino de Dios y su justicia”); segundo, porque Iglesia, pueblo de Dios, somos
todos, no sólo los ministros ordenados y quienes aspiren a serlo; tercero,
porque a la Iglesia le incumbe “la cuestión social”; y, finalmente, porque los
pastores, mientras peregrinen por el mundo, aunque no pertenezcan al mundo,
deben vivir en el mundo.
En este sentido, el Concilio Vaticano II declara: «La
misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico
o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta
misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir
para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina.» (GS,
42). De este modo y manera, no son calificables como injerencias políticas aquellas
intervenciones de los clérigos sobre temas como, por ejemplo, la dignidad y
libertad de la persona humana, las obligaciones que corresponden a los hombres
unidos en sociedad o el modo de disponer los asuntos temporales según el orden
establecido por Dios (cf. Jorge de Otaduy). De hecho, decía Juan Pablo II que el
hombre es el camino de la Iglesia. Así lo dejó escrito en su primera encíclica,
Redemptor Hominis (04-03-1979): « este hombre es el primer camino que la
Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su misión, él es el camino primero
y fundamental de la Iglesia, camino trazado por Cristo mismo ». ¡Pues eso!
Finalizo. A nadie se le puede obligar a hacer algo. Es
un derecho legítimo, aunque bien cómodo en este caso. Y ustedes tienen toda la libertad
de permanecer neutrales, independientes, inmóviles, incluso viendo a los
cuerpos muertos de cada bando pasar por sus narices. Eviten, pues, inmiscuirse,
no sea que después vayan a “oler a oveja”. Eso sí, no olviden rezar un réquiem
por cada uno de ellos.
Hubiese sido mejor no tomar postura públicamente.
Pido perdón de antemano en caso de que mi incisiva franqueza
haya lastimado algunas susceptibilidades.
Los saludo muy cordialmente.
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