lunes, julio 18, 2011

Sincero ante Dios y ante los demás


Mi Dios no es un Dios duro, ni impenetrable, ni impasible;
mi Dios es frágil, es de mi raza.
Para que yo pudiera saborear la divinidad,
amó mi barro.
El amor hizo frágil a mi Dios.
Conoció la alegría humana, la amistad.
Él gustó de la tierra y de sus cosas.
Tuvo hambre, sed, sueño,… y se cansó.
Fue sensible.
Se irritó.
Fue dulce, como un niño.
Fue alimentado por una madre
y bebió toda la ternura femenina.
Mi Dios tembló ante la muerte.
No amó nunca el dolor, no fue amigo de la enfermedad;
por eso, curó a enfermos.
Sufrió mucho: sufrió el destierro.
Fue perseguido y también aclamado.
Amó todo lo que es humano: las cosas y los hombres;
el pan y a la mujer; a los buenos y a los pecadores.
Mi Dios fue un hombre de su tiempo.
Vestía como todos, hablaba el dialecto de su tierra.
Fue débil con los débiles y soberbio con los soberbios.
Murió joven porque fue sincero.
Le mataron porque le delataba la verdad que había en sus ojos.
Pero mi Dios murió sin odiar…
Murió excusando, que es más que perdonar.
Rompió con la vieja ley del “ojo por ojo, diente por diente”
e inauguró una violencia totalmente nueva: la del amor.
Aplastado contra la tierra, arrojado al surco, traicionado, abandonado, incomprendido,… continuó amando.
Por eso, mi Dios venció a la muerte.
Por ello, todos estamos en el camino de la misma resurrección.
Para muchos, es difícil entender ese Dios frágil.
Mi Dios que llora, que no se defiende.
Mi Dios que hace de un ladrón y criminal
el primer santo de su iglesia.
Es difícil entender a mi Dios, abandonado de Dios.
Mi Dios que debe morir para triunfar.
Es difícil entender a mi Dios frágil, amigo de la vida.
Mi Dios que sufrió el mordisco de todas las tentaciones.
Es difícil ese Dios:
para quien piensa triunfar sólo venciendo;
para quien se defiende sólo matando;
para quien considera pecado aquello que es humano.
Es difícil mi Dios frágil:
para aquéllos que siguen soñando en un Dios que no se parezca a los hombres.

(Texto adaptado, original del P. Juan Arias: El Dios en quien yo no creo; Ed. Sígueme, Salamanca, 1975).

Ejercicios para la reflexión
1.   ¿En qué Dios creo yo?  Elige tres rasgos de los señalados  en el texto anterior.
·                                                                                           
·                                                                                           
·                                                                                           


2.   Explícale esos rasgos que elegiste a los demás.

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